Sarandë

El viaje a Sarandë ya empezó con aventura: un bus con overbooking, apretados y en pleno calor, pero con el ánimo intacto. En el camino, conocimos a dos catalanas con las que compartimos anécdotas y risas, convirtiendo el trayecto en parte de la experiencia.

Al llegar al hostel, la energía del lugar era contagiosa. No pasó mucho tiempo antes de que me juntara con dos alemanas y un argentino, formando un grupo improvisado pero perfecto para explorar la ciudad. La noche en Sarandë fue de bar en bar, conociendo viajeros de todos lados y acabando en una cena con mi nueva amiga de Israel y un grupo de otro hostel. En ese momento, me di cuenta de algo: Sarandë, con su tamaño modesto, se siente enorme por la cantidad de almas viajeras que la llenan de vida.

Dos días después, llegó el destino más esperado del viaje: Ksamil. Desde que inicié el interrail, soñaba con este paraíso de playas turquesas y arena blanca. Y vaya si cumplió. Allí, con el sol en la piel y el agua cristalina frente a mí, me sentí como un rey. Ksamil no solo fue mi destino favorito, fue el lugar donde el viaje alcanzó su punto más alto

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